Los muebles del living están corridos, hay buena luz y en el centro una pareja practica pasos de baile. La coreografía no es perfecta, pero el entusiasmo sobra. Luego de un par de ensayos es momento del show. La escena se graba para TikTok y en pocos segundos el video se arroja como boomerang a un valle de bits, a la espera de al menos una respuesta.
En menos tiempo de lo pensado, estamos hablando de una nueva red social, con sus guiños, secretos y algoritmos. Pero no somos pocos los que hablamos de ella. En menos de tres años TikTok triplicó su tamaño: nació en China y encontró en la cuarentena el momento ideal para su explosión. ¿Pero cuánto tiempo le queda a TikTok? ¿Es una moda pasajera como otras tantas redes sociales que ya no están en nuestra pantalla o es realmente una nueva forma de comunicarnos? Existen tres variables técnicas con las que se podría medir el impacto de la nueva aplicación. Veamos.
En primer lugar, el alcance, es decir, a cuántas personas llegó el producto y aquí los números son exuberantes. Fue la aplicación más descargada en los celulares durante los meses del confinamiento y en 2021 podría sumarse a la élite de las plataformas con más de un billón de usuarios.
En segundo término se puede evaluar qué hacen las audiencias con dicha tecnología y todo parece indicar que TikTok nos tiene hipnotizados. Según el último informe sobre el estado de los dispositivos móviles realizado por la agencia App Annie, el tiempo promedio mensual de TikTok por usuario creció más rápido que casi todas las demás aplicaciones analizadas. En 2020 los usuarios de Facebook pasaron de 15,5 horas al mes a 17,7; los de Instagram de 7,1 a 7,5; y los de TikTok de 12,8 a 21,5. Un rotundo 70%. Y sin ir más lejos, Argentina se convirtió en el quinto país con mayor consumo de dicha red.
Todo crecimiento no es tal si no existen ingresos. Por eso, la tercera variable es la monetaria. Según el sitio de estadísticas sobre aplicaciones Sensor Tower, los beneficios por publicidad de TikTok crecieron de manera astronómica: en diciembre de 2018 generaba 7,8 millones de dólares y en diciembre de 2020 facturó 143 millones.
¿Qué nos pasa con TikTok?
Para entender mejor el fenómeno podemos volver un segundo atrás y preguntarnos ¿por qué comenzamos a usar TikTok? ¿Qué la hace diferente? ¿Por qué nos atrapa de esa manera? Una posible respuesta quizás sea la hipótesis central de Alessandro Baricco en su libro “The Game”. Allí propone pensar la revolución tecnológica no como una causa, sino como la consecuencia de un “movimiento mental”. Según el pensador italiano siempre existen condiciones previas que impulsan el surgimiento y expansión de las tecnologías. Así, el violento siglo XX motivó que grupos activistas se opusieran a la monstruosa concentración de poder de la Guerra Fría, propiciando una generación de informáticos que luego dieron luz a la disrupción tecnológica de las computadoras, internet y los celulares. En decir, los dispositivos no pueden ser pensados al margen de los movimientos intrínsecos humanos, a sus deseos y sus miedos.
En este sentido, hay algo central en la interfaz de TikTok que la hace diferente de sus competidores. Por defecto, la red social china invita al usuario a ver videos de cuentas que no conoce. El descubrimiento y la curiosidad traccionan la interacción mientras que el algoritmo estudia cada comportamiento. Ver un video hasta el final, compartirlo, dejar un comentario, repetirlo, seguir a su creador. Todas son señales con las que la red social perfecciona la oferta de contenidos según cada usuario. Facebook e Instagram, por el contrario, basan la oferta en un pacto de seguridad que sellan con los usuarios. Los muros -vaya palabra- se definen a partir de las afinidades y amistades, la cercanía, lo explorado.
TikTok no tiene muros. Tampoco tiene mapas para recorrerla ni mucho menos una lógica para interpretar su sinfín de videos, ofrecidos bajo la impronta del caos. Pasamos casi un año encerrados y de repente una red nos regaló locura, intimidad, diversión. TikTok fue un viaje de aventuras, sin GPS y con desconocidos. Así lo entendieron los tiktokers de Tucumán, una generación sub-30 que encontró en la plataforma una manera de catapultar contenidos de los más diversos, pero centrados principalmente en el humor y en historias personales. Entre ellos se destaca Laila Alí, quien a finales de 2019 creó su cuenta y hoy está a punto de llegar al millón de seguidores. Su vida cambió, hoy le piden fotos en la calle y su rostro trascendió las fronteras tucumanas.
Más allá de las nuevas olas que traiga el coronavirus, la marea de la forma de comunicarnos siempre estará en movimiento. TikTok amenaza con destronar a sus antecesores, pero la sentencia la firmarán las audiencias y sus “movimientos mentales”. Contenidos abiertos versus contenidos cerrados, montaje o espontaneidad; la variable técnica será la consecuencia y no la causa. Las redes sociales, desde sus orígenes, nos dijeron mucho más de nosotros, como un espejo infinito, o mejor dicho como una pantalla en modo selfie que nos captura mientras bailamos.